El ciclismo forma parte de los Juegos Olímpicos desde su primera edición moderna en Atenas en 1896, y hasta 1984 la participación fue únicamente masculina.
El ciclismo es uno de los deportes más practicados en España y de los más completos, además de la participación de los grupos musculares que permiten el pedaleo intervienen otros músculos que permiten mantener la postura (erectores del tronco, lumbares, extensores del brazo, flexores de la mano, etc.).
Las articulaciones que intervienen en el movimiento generado en cada pedalada son el tobillo, la rodilla y la cadera, que desarrollan cada una un arco de movimiento variable y valorable, en función de la situación que ocupen los pedales en cada momento.
Independientemente de los movimientos en cada extremidad inferior durante la actividad, podemos dividir el movimiento en dos fases: la primera, bajar el pedal, que es la fase principal, y la otra subir el pedal, fase intermedia y preparatoria de la primera.
Con el pedal en el punto superior del ciclo de la pedalada, se intenta iniciar un movimiento de avance y descenso. Los músculos que van a propiciar el movimiento, intentando desplazar el pedal hacia la posición indicada anteriormente, son: flexores del dedo grueso del pie y del arco plantar, sóleo y gemelos, así como el vasto lateral y medial del cuádriceps.
La participación de gran cantidad de grupos musculares requiere un entrenamiento y preparación exhaustivos para evitar lesiones y pedalear con eficacia. Una posición incorrecta en la bicicleta, un sillín demasiado alto, alteraciones o una mala postura sobre el manillar pueden generar desde dolores puntuales hasta lesiones importantes.
Normalmente las lesiones de los ciclistas vienen generadas por una falta de armonía entre la posición correcta y las medidas de la propia bicicleta.
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